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Derechos animales

Más de 50 proveedores abandonan a MBR Acres, acorralado por la presión social

La presión pública está haciendo tambalear una industria que durante medio siglo vivió del sufrimiento de perros Beagle.

La presión pública está haciendo tambalear una industria que durante medio siglo vivió del sufrimiento de perros Beagle.

El criadero MBR Acres, símbolo de la experimentación animal en Reino Unido, enfrenta su momento más difícil. Las campañas coordinadas de Animal Rising y sus aliados han logrado que más de 50 empresas corten vínculos con esta red de crueldad. El fin podría estar más cerca de lo que la industria imagina.

Tres meses después de nuestro artículo sobre los beagles criados para experimentación en MBR Acres, el movimiento sigue ganando fuerza. Animal Rising ha anunciado que más de 50 proveedores han roto vínculos con el criadero, una señal de que la presión ciudadana funciona. Gracias a campañas como “Project Phoenix” y “MBR Suppliers”, la cadena de suministro de esta industria cruel empieza a resquebrajarse.

Durante más de medio siglo, MBR Acres ha enviado miles de perros a laboratorios donde se les provoca ataques cardíacos, se les administra venenos y se les obliga a inhalar humo o sustancias tóxicas. Animales que, por su carácter dócil, jamás se defenderían. Esa misma docilidad, como señalábamos en agosto, es la que la industria convirtió en condena.

Hoy, con el juicio de los 20 activistas que en 2022 liberaron a 23 cachorros acercándose, Animal Rising recuerda que no se trata solo de un proceso judicial, sino de una oportunidad histórica para exponer una práctica que no tiene justificación alguna. No existe argumento ético ni científico que ampare el uso de animales cuando ya contamos con tecnologías capaces de reemplazar completamente estos métodos obsoletos.

Como señalábamos entonces, la inteligencia artificial, los órganos en chip y los modelos de tejido humano en 3D no son teorías futuristas: son herramientas ya en uso, más precisas y seguras que las pruebas con animales. Permiten predecir reacciones tóxicas, modelar enfermedades humanas y evaluar tratamientos sin infligir sufrimiento. La ciencia moderna ha superado a la crueldad, solo falta que la política lo reconozca.

La campaña “Camp Beagle” continúa, día y noche, frente a las puertas del criadero. Gracias a su persistencia, se ha logrado llevar el debate al Parlamento británico y forzar a los medios a mirar de frente lo que antes se ocultaba.

Denunciar a empresas como MBR Acres no es un acto simbólico: es una herramienta efectiva. La presión pública ya ha hecho retroceder a decenas de proveedores y ha situado la discusión en el centro de la conciencia colectiva. La industria sabe que su tiempo se acaba.

No podemos devolverles la vida a los beagles que murieron en silencio, pero sí podemos impedir que otros pasen por lo mismo. Cada vez que compartimos información, que firmamos una petición, que cuestionamos el statu quo, estamos contribuyendo a que esta barbarie deje de ser legal.

Animal Rising lo resume con claridad en su sitio web: no se trata solo de ganar en los tribunales, sino en la imaginación pública. Solo cuando entendamos que la compasión no es un delito y que la ciencia sin ética no es progreso, podremos decir que hemos aprendido algo de esos perros que, incluso heridos, seguían confiando en nosotros.

El cambio está en marcha. Hagamos que esta vez no se detenga.

Por Héctor Pizarro
Sociedad Vegana