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¿Hundirá el factor económico la despiadada industria ballenera islandesa? La historia del “Capitán Ahab” nórdico

Kristján Loftsson, el anciano propietario de la tristemente célebre empresa islandesa de caza de ballenas Hvalur, sigue encabezando la despiadada masacre de los gentiles gigantes rorcuales comunes, a pesar de las protestas de científicos y ecologistas.

Kristján Loftsson, el anciano propietario de la tristemente célebre empresa islandesa de caza de ballenas Hvalur, sigue encabezando la despiadada masacre de los gentiles gigantes rorcuales comunes, a pesar de las protestas de científicos y ecologistas.

Envalentonada por las lagunas de la prohibición de la caza de ballenas, Islandia sigue desafiante, permitiendo la despiadada caza de rorcuales. Sin embargo, a medida que aumenta la oposición mundial, la economía podría finalmente conseguir lo que años de protestas no han conseguido: acabar con el reinado de terror de 50 años de Kristján Loftsson contra los rorcuales comunes en peligro de extinción frente a las costas de Islandia.

Un artículo firmado por Daniel Boffey para el periódico británico The Guardian, despachado desde la capital islandesa Reikiavik,  dirige la atención hacia Kristján Loftsson, el último cazador de rorcuales comunes de Europa. El artículo ofrece una visión completa del complejo panorama que rodea la caza de ballenas en Islandia, a la vez que plantea cuestiones éticas acuciantes que no pueden pasarse por alto. A continuación, con base en el artículo de The Guardian presentamos nuestra propia perspectiva sobre las prácticas inhumanas que conlleva la caza de ballenas y la urgente necesidad de ponerle fin.

Durante más de medio siglo, Loftsson ha desafiado descaradamente no sólo los acuerdos internacionales sino también el sentimiento público y las medidas reguladoras nacionales. “Que me comparen con el capitán Ahab en Moby-Dick es un honor”, dice Loftsson, de 82 años de edad, en alusión al célebre ballenero de ficción de la novela de Herman Melville de 1851.

Islandia sigue siendo una notable excepción a la prohibición de la caza comercial de ballenas impuesta por la Comisión Ballenera Internacional, uniéndose a las filas de Japón y Noruega. A diferencia de Noruega, que caza rorcuales aliblancos -considerados poblaciones estables-, Islandia se centra en los rorcuales comunes. Esta última especie, actualmente catalogada en peligro de extinción por el WWF, ha sufrido debido a la implacable persecución de Loftsson. El controvertido cazador dirige Hvalur, la única empresa ballenera de Islandia, desde 1974, tras la muerte de su padre. Hvalur persigue insidiosamente al vulnerable rorcual común, el segundo animal más grande del mundo, que desde 2018 también figura en la Lista Roja de la UICN como especie en peligro de extinción.

La despiadada matanza de esta temporada terminó el 30 de septiembre con la muerte de 23 indefensos rorcuales comunes. La licencia actual de Hvalur, que les permite sacrificar brutalmente hasta 161 rorcuales comunes al año, expira en diciembre de este año. Mientras que la ministra de Pesca Svandis Svavarsdottir ha sugerido que ésta podría ser la última temporada ballenera de Islandia, el despiadado Loftsson sigue confiando en que estos atroces asaltos a la naturaleza continuarán. 

Las flagrantes violaciones del bienestar de los rorcuales por parte de Hvalur han sido especialmente atroces esta temporada. En mayo, se informó de que las ballenas tardaban hasta dos agonizantes horas en morir tras ser bárbaramente arponeadas por los cazadores de Hvalur. Después, el 7 de septiembre, un indefenso rorcual fue encontrado vivo y retorciéndose en agonía media hora entera después de haber sido atravesado por un arpón explosivo. Fue necesario un segundo disparo despiadado para acabar con la pobre criatura. 

El conservacionista islandés Arni Finnsson comentó a The Guardian que sin la obstinada sed de sangre de Loftsson, la caza de ballenas en Islandia habría terminado hace mucho tiempo. Las encuestas muestran que sólo el 29% de los islandeses apoyan la continuación de esta industria cruel y poco rentable que empaña la reputación de su país. Sin embargo, el envejecido ballenero no muestra signos de poner fin a su reprobable reinado de terror contra los rorcuales comunes y planea desarrollar “pastillas de carne de ballena” como una especie de depravado suplemento nutricional. 

También cabe señalar que Japón compra el 90% de la carne de ballena que vende la empresa de Loftsson. Esto no sólo es indicativo de que aún existe una importante demanda internacional de un producto éticamente controvertido, sino que también involucra a Japón en la perpetuación de un comercio que tiene importantes consecuencias medioambientales y éticas.

La desfachatez de Kristján Loftsson quedó patente cuando aceptó ser entrevistado por el periodista de The Guardian bajo la condición de que este comiera carne de ballena durante la entrevista. El reportero, con mucho tacto, rechazó la oferta, que consistía en carne cruda o grasa fermentada de ballena.

Tras más de 50 años lucrándose con la espantosa matanza de estos hermosos e inofensivos gigantes, hace tiempo que es hora de que Loftsson consigne su operación ballenera al ignominioso basurero histórico al que pertenece. Islandia debe rechazar la barbarie del cruel pasado de la caza de ballenas, seguir las pruebas científicas y la compasión, y prohibir permanentemente la futura caza de ballenas en sus aguas.

Héctor Pizarro, Sociedad Vegana

Ilustración: Imagen compuesta vía Canva. Fotografía de Kristján Loftsson, por Sigga Ella, captura de pantalla de artículo en The Guardian.