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Derechos animales

Jaulas de hormigón: El coste oculto de la cría “limpia” de cerdos

Quiero comenzar este artículo con una reflexión sobre la verdad, la transparencia y la industria cárnica.

Quisiera comenzar este artículo con una reflexión sobre la transparencia y la industria cárnica.

En Sociedad Vegana nos esforzamos por desvelar las realidades de las industrias que explotan sistemáticamente a seres sensibles (cárnica, láctea, avícola, acuícola, etc.) y su impacto en el bienestar de los animales, en la salud de las personas y en la sostenibilidad del planeta. Hoy, el algoritmo de YouTube me recomendó un convincente video en el que aparecía una ponente presentada como “Kate Cooper”, experta en marketing. En el video, la ponente revela las tácticas manipuladoras empleadas por la industria alimentaria para influir en las percepciones y elecciones de los consumidores, especialmente en relación con los productos de origen animal.

Inmediatamente me cautivó el contenido y las ideas que ofrecía, especialmente por tratarse de una “insider” del sector. Por lo tanto, me propuse escribir un artículo basado en la información presentada por “Kate Cooper”. Sin embargo, al indagar un poco, descubrí que la ponente no era una experta en marketing como se decía, sino una actriz llamada Kate Miles. Esta revelación me hizo reflexionar y me obligó a reconsiderar el tema.

En Sociedad Vegana estamos abocados a informar, lo que conlleva un compromiso irrestricto con la verdad y con la verificación de las fuentes de la información que publicamos. En ese contexto, es imperativo ser transparente sobre las fuentes de información y evitar tergiversar las credenciales o la experiencia de las personas. Aunque el contenido de la charla de “Kate Cooper” indudablemente contiene verdades valiosas sobre las prácticas de la industria cárnica, creo que sería engañoso presentar la información como si procediera de una auténtica conocedora de la industria.

Al igual que ocurrió con la industria tabaquera en el pasado, las industrias dedicadas a la explotación animal tienen un largo historial de engaño y desinformación, apoyado en estrategias de marketing y lavado de imagen. Las empresas tabaqueras mintieron durante décadas sobre los efectos perjudiciales del tabaco hasta que las pruebas fueron abrumadoras. La industria cárnica sigue ocultando la verdad sobre las crueles realidades del sector y su impacto en la salud pública y el medio ambiente.

Estimo que como sociedad, y como consumidores, debemos permanecer vigilantes y exigir transparencia a las industrias que conforman nuestro sistema alimentario. Necesitamos denunciantes valientes y personas conocedoras de la industria que den la cara y expongan la verdad, arrojando luz sobre las tácticas manipuladoras y los costes ocultos de la explotación animal.

Luego de esta aclaración sobre el video en cuestión, quisiera abordar algunas formas, entre muchas, en que la industria de la explotación animal manipula la percepción pública.

Privados de su naturaleza: La cruel realidad tras la cría moderna de cerdos

En el mundo del marketing alimentario, la industria cárnica se ha convertido en una experta en manipulación y propaganda, empleando un lenguaje e imágenes cuidadosamente elaborados para dar un barniz positivo a sus prácticas. Uno de los ejemplos más sorprendentes de este engaño es la forma en que la industria retrata el paso de la cría tradicional de cerdos a los sistemas modernos e intensivos, enmarcándolo como una muestra de progreso e innovación.

Cuando pensamos en la cría de cerdos, a menudo nos vienen a la mente imágenes de campos embarrados y entornos naturales. Sin embargo, la industria cárnica ha trabajado incansablemente para cambiar esta percepción, promoviendo la idea de que trasladar a los cerdos a instalaciones de hormigón es un avance positivo. Pero tras esta fachada de supuesta limpieza y progreso se esconde una verdad inquietante sobre la privación de los instintos y comportamientos naturales de estos animales.

La maquinaria de marketing de la industria cárnica busca presentar las prácticas modernas de cría de cerdos como limpias, eficientes y vanguardistas. Al hacer hincapié en las supuestas ventajas de confinar a los cerdos en recintos de concreto, pretende calmar las preocupaciones de los consumidores sobre el bienestar animal. Sin embargo, un examen más detenido de estos sistemas revela el profundo impacto perjudicial que tienen sobre el bienestar físico y mental de estos animales inteligentes y complejos.

La industria cárnica redefine el bienestar animal

En el ámbito del marketing alimentario, la industria se ha vuelto experta en manipular las percepciones de los consumidores para mantener una imagen positiva de sus prácticas. Un ejemplo de ello es la forma en que retrata el cambio de los métodos de cría tradicionales a los modernos sistemas de cría intensiva. Mediante un lenguaje y unas imágenes cuidadosamente elaborados, pretende convencer a los consumidores de que trasladar los cerdos de los campos embarrados a instalaciones de hormigón es una señal de progreso e innovación.

La industria hace hincapié en la noción de limpieza, sugiriendo que al sacar a los cerdos de su entorno natural y colocarlos en recintos de hormigón “limpios”, están protegiendo a los animales del “asqueroso y sucio barro” y de las “enfermedades que acechan en él”. Esta narrativa es especialmente evidente en los materiales educativos dirigidos a los niños, como los libros para colorear, que presentan a los cerdos en entornos supuestamente estériles y controlados como un avance positivo en la cría de animales.

“¡Que divertido! Nunca había estado en un establo de cerdos antes. ¿Donde está todo el barro?”
“Las pocilgas no tienen barro, Billy. Los productores mantienen todos sus establos limpios para que los cerdos estén sanos y felices”.

Sin embargo, esta representación del progreso es una fachada engañosa que oculta las verdaderas implicaciones de estas prácticas de crianza modernas. En realidad, al confinar a los cerdos en instalaciones de hormigón, la industria está privando a estos animales inteligentes y sensibles de sus instintos y comportamientos naturales. Los cerdos son criaturas con instintos que incluyen escarbar, cavar agujeros y hacer nidos.

En su hábitat natural, los cerdos realizan una amplia gama de actividades esenciales para su bienestar físico y mental. Escarbar, por ejemplo, es un comportamiento profundamente arraigado que les permite explorar su entorno, buscar comida y expresar su curiosidad natural. Del mismo modo, la capacidad de cavar agujeros y hacer nidos es un aspecto crucial del comportamiento porcino, sobre todo para las cerdas que se preparan para parir. Estas actividades instintivas no sólo proporcionan a estos animales una sensación de bienestar y seguridad, sino que también desempeñan un papel vital en sus interacciones sociales y estructuras jerárquicas.

Al confinar a los cerdos en recintos de hormigón, la industria elimina estos elementos esenciales de su existencia natural. El entorno artificial de los sistemas de cría modernos niega a los cerdos la oportunidad de experimentar los comportamientos que definen a su especie. Esta privación les provoca estrés, frustración y angustia psicológica, ya que los animales no pueden expresar sus instintos naturales ni satisfacer sus necesidades inherentes.

La afirmación de la industria de que sacar a los cerdos de los campos fangosos reduce su exposición a enfermedades es una simplificación engañosa. Si bien es cierto que ciertas enfermedades pueden ser más frecuentes en entornos al aire libre, el confinamiento de alta densidad de cerdos en granjas industriales crea su propio conjunto de riesgos para la salud. La proximidad de los animales en estos sistemas facilita la rápida propagación de las infecciones, haciendo necesario el uso generalizado de antibióticos para controlar los brotes de enfermedades. Esta dependencia de los antibióticos tiene importantes consecuencias para la salud pública, ya que contribuye al aumento de bacterias resistentes a los antibióticos.

Además, las condiciones de hacinamiento en las granjas industriales no solo afectan el bienestar de los animales, sino que también pueden convertirse en un caldo de cultivo para enfermedades potencialmente pandémicas. Un ejemplo notable es el brote de influenza H1N1 en 2009, también conocido como “gripe porcina”. Se cree que este virus surgió de las granjas industriales de cerdos en México, donde las condiciones insalubres y el hacinamiento permitieron que el virus se propagara rápidamente entre los animales antes de saltar a los humanos.

Es irónico que durante la pandemia de Covid-19 se nos obligara a los humanos mantener el distanciamiento social para prevenir la propagación del virus, mientras que en los criaderos de cerdos, bovinos y aves, los animales están confinados en espacios extremadamente reducidos. Estas condiciones de hacinamiento no solo causan un tremendo sufrimiento a los animales, sino que también crean un entorno propicio para la aparición y propagación de enfermedades, incluyendo las zoonóticas.

La ganadería industrial, con sus prácticas de confinamiento intensivo, uso excesivo de antibióticos y falta de medidas de bioseguridad adecuadas, supone una grave amenaza para la salud pública. Los patógenos que surgen en estas condiciones tienen el potencial de propagarse rápidamente entre los animales y, en algunos casos, de cruzar la barrera de las especies e infectar a los seres humanos.

Entonces, los intentos de la industria cárnica de presentar la retirada de los cerdos de su entorno natural como un desarrollo positivo son una estrategia de marketing calculada para calmar las preocupaciones de los consumidores y mantener la ilusión de progreso. Al centrarse en los supuestos aspectos de limpieza y prevención de enfermedades de las prácticas ganaderas modernas, desvían la atención del profundo impacto perjudicial que estos sistemas tienen en el bienestar animal.

Desenmascarando las mentiras sobre el cruel confinamiento de las cerdas en jaulas de gestación

“Nos esforzamos por optimizar la salud de los cerdos. Seguridad y comodidad, que han cambiado la forma de criar a las cerdas. Las decisiones sobre los métodos de estabulación deben basarse principalmente en datos científicos sólidos y en las aportaciones de los expertos veterinarios. Tanto si una granja utiliza la estabulación en grupo como la individual, la mayoría de los expertos coinciden en que lo más importante es el cuidado individual que se da a cada cerdo”.

El argumento presentado por la industria porcina para justificar el confinamiento de las cerdas en jaulas estrechas es un claro intento de ocultar una realidad cruel y poco ética bajo una fachada de preocupación por el bienestar animal. Afirmar que las decisiones sobre los métodos de estabulación se basan principalmente en “datos científicos sólidos” y en las “aportaciones de los expertos veterinarios” es una falacia, ya que numerosos estudios han demostrado los efectos negativos del confinamiento intensivo en la salud física y mental de los cerdos, especialmente en las cerdas confinadas por meses en jaulas de gestación.

En realidad, mantener a las cerdas en jaulas donde ni siquiera pueden moverse no tiene nada que ver con optimizar su salud, seguridad o comodidad. Estas prácticas están diseñadas para maximizar la eficiencia y los beneficios económicos a expensas del bienestar animal. Las cerdas son seres inteligentes y sensibles que requieren espacio adecuado para moverse, explorar y participar en comportamientos naturales. Confinarlas en espacios extremadamente reducidos les causa un tremendo estrés, frustración y sufrimiento, lo que puede llevar a problemas de salud física y trastornos del comportamiento, llegando incluso a enloquecer.

Además, afirmar que “lo más importante es el cuidado individual que se da a cada cerdo” es una burla cuando las cerdas están hacinadas en jaulas donde ni siquiera tienen espacio para darse la vuelta. En estas condiciones, las necesidades básicas de las cerdas, como el movimiento, la interacción social y la expresión de comportamientos naturales, se ven anuladas.

No es realista esperar que la industria cárnica admita sus prácticas y motivación verdadera, que es el lucro. Continuaremos, por lo tanto, escuchando sus falsedades sobre el bienestar animal.

En última instancia, el verdadero poder lo tiene el consumidor. Las personas tenemos la capacidad de discernir. Si vemos la foto de la cerda inmóvil en la jaula de gestación y la industria porcina nos dice “lo hacemos porque nos preocupa su felicidad”, entonces es fácil sacar nuestras propias conclusiones.

Héctor Pizarro
hector@sociedadvegana.com
Sociedad Vegana