Una pequeña empresa chilena se atrevió a hacer lo impensable: importunar al coloso de las hamburguesas industriales con una idea vegana.
McDonald’s, esa multinacional que ha hecho del “I’m Lovin’ It” un jingle que se repite más que el malestar estomacal tras comer sus papas fritas con saborizante de carne preparado a base de leche, creyó ver una amenaza en un emprendimiento local llamado “V Vegan Meat I’m Lovin’them“. Porque claro, cuando vendes cadáveres ultraprocesados, servidos por millones cada día, un pequeño negocio vegano en Chile es, evidentemente, la competencia directa que hay que aplastar.
Todo comenzó en 2021, cuando Felipe Vargas, dueño de esta pyme que ofrece carne vegetal en lugar de sufrimiento animal, cometió —a juicio de McDonald’s— el crimen de registrar su marca en el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI). La multinacional estadounidense, con su radar siempre encendido para detectar peligros existenciales como el seitán y el tofu, reaccionó indignada, alegando que el “I’m Lovin’them” de Vargas era prácticamente un clon mal disimulado de su “I’m Lovin’ It”. Porque indudablemente, dos frases que comparten un verbo y un pronombre no pueden coexistir en este mundo. Sería el fin del capitalismo tal como lo conocemos.
Lo curioso es que, según la lógica del gigante norteamericano, los consumidores —tú, yo y en realidad, cualquiera con dos neuronas— seríamos tan ingenuos que podríamos confundir un local de comida vegana artesanal con sus pestilentes McCombos. Faltaría más, lo primero que uno piensa al ver la palabra “vegan” es en una cajita feliz con nuggets de dudosa procedencia.
Afortunadamente, el INAPI no se creyó los lamentos de McDonald’s. Con criterio y cordura, el organismo chileno concluyó que ambas marcas son claramente distinguibles, con “unidades marcarias independientes”, y que el uso de la palabra vegan y un diseño gráfico propio “alejaban cualquier posibilidad de confusión”. El organismo entendió lo evidente: McDonald’s estaba insultando la inteligencia del público consumidor en su intento por destruir un emprendimiento.
Después de cuatro años de litigios, desgaste emocional y múltiples apelaciones (porque McDonald’s, como buen Goliat corporativo, juega al agotamiento), la justicia chilena falló a favor de la pyme. Una victoria legal que es, a la vez, un enorme triunfo simbólico para el veganismo, la creatividad, y el derecho de las pequeñas empresas a existir sin ser pisoteadas por botas de payaso.
Felipe Vargas lo dijo con claridad: “Es una victoria que va más allá de lo legal”. Es una afirmación de que estamos avanzando, de que hay espacio para hacer las cosas bien —desde los ingredientes hasta los principios. Y también una advertencia a quienes, desde el privilegio corporativo, creen que pueden frenar las ideas con talonarios de cheques para sus abogados. Porque McDonald’s, al parecer, tiene más recursos que sentido del ridículo.
McDonald’s puede seguir “lovin’ it”, pero hoy, nosotros “lovin’them”. A los pequeños, a los éticos, a los que cocinan con convicción y no con los manuales de una franquicia corporativa. Lovin’them también se aplica al amor por los animales, al amor que deriva en el respeto por su sintiencia, por su dignidad. Porque si algo quedó claro en esta historia, es que ni el marketing millonario ni el poderío legal pueden contra la fuerza de una causa justa.
Ilustración: El brutal contraste entre la iconografía infantilizada de un payaso corporativo y la realidad sangrienta de la industria que representa. La “diversión para toda la familia” se construye sobre el sufrimiento sistemático de miles de millones de víctimas.
Un informe del Animal Welfare Institute revela prácticas inhumanas sistemáticas en mataderos estadounidenses. Animales mutilados vivos, terneros muertos en transporte y nula respuesta legal. El Estado brilla por su ausencia.
En los mataderos de Estados Unidos, donde cada año se asesinan más de 38 mil millones de aves y 660 millones de mamíferos terrestres, se perpetúa en silencio una tragedia sistemática. La reciente investigación publicada por el Animal Welfare Institute (AWI), titulada “Humane Slaughter Update: Federal and State Oversight of the Welfare of Livestock at Slaughter”, desvela una realidad horrorosa: la ley que supuestamente protege a los animales durante su matanza —la Humane Methods of Slaughter Act (HMSA)— no solo se viola de forma recurrente, sino que además esas violaciones rara vez enfrentan consecuencias legales.
Entre 2019 y 2022, las inspecciones en plantas de matanza federales y estatales revelaron patrones inaceptables: uso excesivo de fuerza para arrear animales, maltrato a animales discapacitados, fallos repetidos en la insensibilización previa al degüello, y procedimientos dolorosos realizados mientras los animales aún estaban conscientes. En una planta, por ejemplo, un cerdo recibió cinco disparos fallidos antes de ser finalmente aturdido, prolongando su agonía en un acto brutal e innecesario.
El problema no es solo la violencia, sino la impunidad: desde al menos 2007, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) no ha iniciado ni un solo proceso penal contra las más de 800 plantas de sacrificio federales. Tampoco ha derivado casos a las autoridades locales, ni ha presionado para que se apliquen las leyes estatales contra la crueldad animal. Mientras tanto, miles de animales siguen siendo torturados legalmente en nombre de una industria que prioriza la eficiencia económica sobre el mínimo bienestar.
El informe de AWI denuncia también la exclusión deliberada de las aves —la mayoría de los animales asesinados para consumo humano— de la protección de la HMSA. Esto significa que pollos, pavos y otras aves son rutinariamente degollados en masa sin insensibilización, en condiciones de terror y sufrimiento indescriptibles. En las sombras de este sistema, la muerte no es solo un fin: es un proceso de violencia planificada.
AWI, una organización fundada en 1951, ha sido durante décadas una voz firme en defensa de los animales explotados por la industria. Su trabajo ha sido crucial en la creación y reforma de leyes federales, incluyendo la aprobación de la HMSA en 1958 y su enmienda en 1978. A pesar de sus esfuerzos jurídicos y de concienciación, el USDA continúa optando por la “autorregulación voluntaria” de la industria, una estrategia que ha demostrado ser tan inútil como complaciente.
Casos como el de la planta Ida Meats en Idaho, donde murieron aproximadamente 4.000 terneros recién nacidos durante el transporte sin que se abriera siquiera una investigación, muestran la escala del abandono institucional. Y en Iowa, donde inspectores documentaron 250 incidentes de maltrato con instrumentos eléctricos y físicos, tampoco hubo derivación a la justicia penal.
El informe concluye con recomendaciones claras: mayor formación de los trabajadores, revisión obligatoria de los dispositivos de insensibilización, sanciones escalonadas para reincidentes, y cooperación con las autoridades estatales para procesar criminalmente los casos de abuso deliberado.
En Sociedad Vegana consideramos que esta situación no es una falla del sistema: es el sistema. Un aparato diseñado para ocultar el sufrimiento tras puertas metálicas, etiquetas con caricaturas de animales sonrientes y carne empacada. Un aparato cuya existencia depende del silencio social, la desinformación institucional y la desensibilización moral. Mientras sigamos considerando a los animales como productos en lugar de individuos sintientes, estos horrores no solo continuarán, sino que se intensificarán.
No hay forma humana de matar a un animal que no quiere morir, que siente miedo y dolor. Los horrores detallados en el informe de AWI –los aturdimientos fallidos, los animales desmembrados conscientes, los terneros que mueren asfixiados en camiones– no son anomalías; son la manifestación más cruda de un sistema diseñado para convertir vidas en productos al menor costo posible.
Frente a esta barbarie, el veganismo no es solo una opción dietética: es un acto de resistencia ética. La única forma real de asegurar que ningún animal sufra a manos de esta industria es no financiarla. Al elegir alternativas vegetales, no solo salvamos innumerables vidas del tormento, sino que también enviamos un mensaje claro: no estamos dispuestos a ser cómplices de esta crueldad sistemática. Es un acto de compasión, una protesta silenciosa pero poderosa contra un sistema que ha perdido su humanidad, si es que alguna vez la tuvo.
“Es todo mentira”, así de tajante es George Monbiot en The Guardian al referirse a los supuestos beneficios climáticos de la ganadería. Mientras la industria invierte en romanticismo y desinformación, Monbiot destapa las tácticas y los datos falseados.
En el panorama actual, donde la crisis climática y la pérdida de biodiversidad hacen imperativo tomar medidas drásticas, surgen voces que intentan maquillar la realidad de ciertas industrias. Una de las más activas en esta labor de “lavado verde” es, sin duda, la industria ganadera. Recientemente, el reconocido periodista y activista ambiental George Monbiot ha vuelto a poner el dedo en la llaga con un artículo demoledor.
Monbiot comienza su análisis con un ejemplo impactante: un reciente incendio en Dartmoor, Inglaterra, en un sector que, según explica, no debería ser propenso al fuego. La razón: “ovejas, vacas y ponis lo han hecho así. Ramonean selectivamente las plántulas de árboles, impidiendo el regreso del bosque templado lluvioso, que es extremadamente difícil de quemar.” Este es solo un atisbo de los múltiples impactos de la ganadería extensiva.
El artículo denuncia cómo “varias películas recientes, junto con celebridades, políticos, multimillonarios y podcasts de extrema derecha, buscan persuadirnos de que el ganado vacuno y ovino son buenos para la atmósfera y la biodiversidad”. Monbiot es tajante al respecto, afirmando que: “Esta historia, con pinceladas de romanticismo rural, es ahora la frontera más activa y seductora de la negación de la ciencia climática. Está fuertemente promovida por la industria cárnica, que es tan despiadada y maquiavélica como la industria de los combustibles fósiles”.
En Sociedad Vegana consideramos que esta comparación con la industria de los combustibles fósiles es dolorosamente precisa. Ambas industrias se enfrentan a una evidencia científica creciente sobre su impacto destructivo y, en lugar de asumir responsabilidades y transitar hacia modelos verdaderamente sostenibles (que en el caso de la ganadería implicaría una reducción drástica y, en última instancia, su abandono), optan por millonarias campañas de desinformación. El objetivo es sembrar la duda y retrasar la acción, manteniendo así sus beneficios económicos – a costa del futuro del planeta.
Monbiot procede a desarticular dos informes recientes que pretenden avalar la supuesta sostenibilidad de la ganadería. El primero, de FAI Farms y financiado por McDonald’s, afirma que su granja es “más allá del cero neto” en emisiones. Sin embargo, Monbiot revela fallos metodológicos garrafales: muestras insuficientes y no representativas, manipulación de datos (como la importación de heno o el arado y resiembra de campos entre mediciones) y la omisión de mediciones cruciales como la densidad aparente del suelo en la primera toma de muestras. Un despropósito científico que, convenientemente, se presenta con conclusiones optimistas en sus resúmenes ejecutivos.
El segundo informe, del Sustainable Food Trust (SFT), promueve la ganadería en praderas temporales y sugiere un cambio de consumo hacia más carne de res y cordero y menos cerdo, pollo y cultivos. Monbiot detectó omisiones críticas: ¿cuánta tierra se necesitaría para los cultivos que comemos los humanos bajo este sistema? ¿Aumentaría nuestra dependencia de las importaciones, arrebatando alimentos a poblaciones más necesitadas o impulsando la deforestación en otros lugares? Al ser confrontado, el fundador de SFT admitió que los precios de los alimentos se dispararían y se basó en “supuestos heroicos” como una reducción drástica del desperdicio alimentario y cambios dietéticos masivos y prescriptivos por parte de la población.
En Sociedad Vegana consideramos que los argumentos de Monbiot sobre el uso del suelo son fundamentales y se alinean con lo que venimos defendiendo. La ganadería es, por definición, una forma ineficiente de producir alimentos. Según datos de la FAO y estudios como el de Poore & Nemecek (Universidad de Oxford, 2018), la ganadería utiliza aproximadamente el 83% de la tierra agrícola mundial pero produce solo el 18% de las calorías y el 37% de las proteínas. Esta ineficiencia es una de las principales causas de deforestación, especialmente en regiones como el Amazonas, para crear pastos o cultivar piensos. Liberar estas tierras del yugo ganadero permitiría la reforestación y la restauración de ecosistemas, que actuarían como sumideros de carbono mucho más efectivos que cualquier pasto “bien gestionado”.
Además, la idea de que necesitamos “más” ganado para la salud del suelo ignora las alternativas basadas en plantas, como la agricultura regenerativa sin animales, el uso de abonos verdes, la rotación de cultivos y el compostaje, que pueden mejorar la estructura del suelo y retener carbono sin los enormes costes ambientales y éticos asociados a la cría de animales.
Monbiot concluye con una advertencia que resuena profundamente con nuestra filosofía: “Si tales afirmaciones surgieran de cualquier otro sector, las reconoceríamos por lo que son: lobby de la industria. Pero debido a que sus imágenes bucólicas sintonizan con temáticas culturales arraigados, el entusiasmo por tales no-soluciones se extiende desde McDonald’s hasta el Rey Carlos. El desafío fenomenalmente complejo de alimentar al mundo sin devorar el planeta no se resolverá con ilusiones y simplezas románticas.”
A nuestro juicio, es fundamental no dejarse engañar por estas narrativas edulcoradas. La solución más coherente, ética y científicamente respaldada para abordar el impacto de nuestro sistema alimentario en el clima, la biodiversidad y el uso de recursos es una transición masiva hacia dietas basadas en plantas. El veganismo no es una “simpleza romántica”, sino una respuesta pragmática y poderosa a uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo.
Agradecemos a George Monbiot por su claridad y rigor analítico al exponer estas verdades. Es hora de dejar de creer en cuentos de hadas patrocinados por la industria, estructurados en torno a la desinformación, y empezar a tomar decisiones basadas en la evidencia. El futuro del planeta, y el nuestro, depende de ello.
Esta semana, la Cámara de Representantes de Oklahoma, Estados Unidos, dio un paso preocupante al impulsar un proyecto de ley dirigido claramente a detener el progreso y proteger intereses arraigados.
Citando preocupaciones de seguridad alimentaria y el “derecho de los habitantes de Oklahoma de comer carne real de animales reales”, legisladores de ese estado aprobaron el martes 25 de marzo una medida que prohibirá las alternativas de carne cultivada en laboratorio, reporta la publicación Oklahoma Voice. El representante Ty Burns, republicano, dijo que la medida es necesaria para proteger a los habitantes de Oklahoma y su cultura, así como a la industria agrícola, que es uno de los principales motores económicos del estado.
La discusión en la legislatura de Oklahoma se reduce a un conflicto entre el proteccionismo basado en el miedo y la libertad del consumidor. Los defensores de la prohibición, impulsada por legisladores republicanos, enarbolan vagas banderas de seguridad alimentaria, invocan la necesidad de proteger la cultura de la “carne real” y la economía agrícola existente, y descartan la carne cultivada como parte de “agendas indeseables de ambientalistas y animalistas”. Utilizan un lenguaje alarmista, comparándola con “células cancerosas”, a pesar de admitir la falta de evidencia específica. Los opositores califican estos argumentos como tácticas para infundir miedo diseñadas para proteger a la industria cárnica de la competencia, poniendo de relieve la hipocresía de prohibir esto mientras se permiten alimentos probadamente nocivos y notando que se utiliza una ciencia de cultivo similar en otros lugares.
Jared Deck, uno de los detractores de la prohibición, ha cuestionado la lógica detrás del proyecto: “Comemos Twinkies fritos (los Twinkies son unos pastelitos industriales populares en Estados Unidos, rellenos de crema azucarada). Alimentamos a nuestros hijos con estos productos todos los días, pero ahora pretendemos prohibir una tecnología que podría ayudar a muchas personas a seguir su fe o su dieta”, dijo Deck, citado por Oklahoma Voice. El legislador denunció también el doble estándar del sector agrícola, que desde hace años emplea cultivos genéticamente modificados, sin que se cuestione su legitimidad.
Los argumentos presentados por los promotores de la prohibición carecen de sustancia y están diseñados para proteger los intereses financieros de la industria cárnica convencional.
Asimismo, las “preocupaciones por la seguridad alimentaria” son una consabida táctica utilizada para sofocar la innovación que amenaza a las industrias establecidas. La carne cultivada está sujeta a una rigurosa supervisión regulatoria por parte de organismos como la FDA y el USDA en los Estados Unidos. Estas agencias tienen la tarea de garantizar la seguridad alimentaria. Afirmar que es “peligrosa hasta que se sepa que es segura” sin proporcionar evidencia es pura especulación diseñada para incitar el miedo. Los impulsores de la prohibición llegaron incluso a comparar las células cultivadas del entorno controlado de la carne de laboratorio con el cáncer, un argumento deliberadamente engañoso y alarmista.
La “protección de la cultura” y la “carne real”
La definición de “carne real” es convenientemente estrecha aquí. La carne cultivada es carne animal, cultivada a partir de células animales, solo que sin requerir la cría y el sacrificio del animal entero. La cultura evoluciona, y las opciones alimentarias evolucionan a la par. Usar la “cultura” como escudo ignora las dimensiones éticas y ambientales de las prácticas actuales. Además, como señaló el representante Deck, “muchos alimentos altamente procesados comunes en la dieta moderna están lejos de sus orígenes ‘naturales’, sin por ello enfrentar ataques legislativos”.
La prohibición no se trata de la seguridad pública; se trata de proteger a la industria ganadera de la competencia. Se busca bloquear la innovación simplemente para proteger los modelos de negocio existentes, algo inherentemente contrario al libre mercado y la libre competencia. En última instancia, se perjudica a los consumidores y se obstaculiza el progreso hacia sistemas alimentarios más sostenibles y éticos.
El silencio ensordecedor: ¿Dónde están los animales en este debate?
Lo que está completa y trágicamente ausente de toda la discusión legislativa reportada por Oklahoma Voice es cualquier consideración por los propios animales.
Los legisladores que debaten sobre “seguridad alimentaria”, “cultura” y “economía” ignoran por completo el profundo sufrimiento inherente a la agricultura animal convencional. Los miles de millones de vacas, cerdos, pollos y otros animales criados para alimento soportan confinamiento, mutilaciones sin anestesia, transporte estresante y sacrificio aterrador. Este es el sistema de “carne real de animales reales” que están tan interesados en proteger.
Aquí es donde alternativas como las opciones a base de plantas y la carne cultivada ofrecen un potencial revolucionario. Proporcionan vías para disfrutar de los sabores y texturas a los que la gente está acostumbrada, sin el inmenso sufrimiento animal.
Las opciones a base de plantas ya han logrado grandes avances, ofreciendo hamburguesas, salchichas, nuggets y más, hechos de soja, proteína de guisante, hongos, etc. Reemplazan directamente los productos animales, reduciendo la demanda de cría industrial y sacrificio.
La carne cultivada es una nueva ruta. Al cultivar carne directamente de células animales, se elimina la necesidad de criar y matar grandes cantidades de animales. Soluciona las objeciones éticas al sacrificio mientras satisface a los consumidores que desean el sabor, textura y composición específicos de la carne animal.
Prohibir la carne cultivada, como están intentando los legisladores de Oklahoma, cierra la puerta a una vía prometedora para reducir drásticamente el sufrimiento animal a gran escala. Prioriza las ganancias derivadas de la explotación animal por encima del progreso ético.
Como alguien que ha sido vegano durante 12 años, la idea de comer carne, incluso cultivada en laboratorio, no me atrae personalmente. La carne animal simplemente no es algo que mi cuerpo o mente anhele; está completamente fuera de mi sistema. Mi preferencia está en la vasta y deliciosa variedad de alimentos a base de plantas disponibles hoy en día.
Sin embargo, esta postura no desconoce el increíble potencial de la carne cultivada desde una perspectiva de los derechos animales. Indudablemente, a muchas personas les gusta el sabor de la carne pero están cada vez más incómodas con el costo ético – el sufrimiento animal involucrado. Para estas personas, la carne cultivada ofrece un puente, una nueva vía. Les permite seguir comiendo los alimentos que disfrutan sin contribuir directamente al sacrificio de animales. Se adapta a las personas, ofreciendo una solución que alinea las preferencias de sabor con las preocupaciones éticas.
Además, la carne cultivada tiene un potencial formidable para la industria de alimentos para mascotas. Este recurso odría proporcionar alimentos nutricionalmente apropiados para mascotas como perros y gatos, eliminando la necesidad de sacrificar otros animales para su consumo. Esto resolvería un conflicto ético significativo para muchos veganos dueños de mascotas.
Por lo tanto, aunque yo personalmente no haré fila para una hamburguesa cultivada en laboratorio, veo el prurito para prohibirla – accionado por el proteccionismo de la industria y una indiferencia deliberada frente al sufrimiento animal – como profundamente poco ético y contraproducente. Deberíamos estar explorando todas las vías que reduzcan nuestra dependencia de las crueldades de la agricultura animal industrial, no cerrándolas con base en la codicia.
Esta semana, las redes sociales y los medios de comunicación estallaron con una indignación justificada cuando una “influencer” arrebató un bebé wombat a su madre en Australia, como parte de su generación de contenidos.
El incidente, que duró apenas un minuto antes de que la cría fuera devuelta, provocó la condena de los más altos niveles del gobierno australiano; incluyendo al primer ministro que lo calificó de «indignante».
La fuerte reacción pública demuestra que, como sociedad, entendemos algo fundamental: separar a un bebé de su madre es cruel y traumático. Reconocimos la angustia tanto del bebé como de su madre. Vimos el miedo de la cría mientras chillaba al ser sostenida por la influencer, de nombre Samantha Jo Strable, alias “Sam Jones” que, por lo demás, se dedica a contenidos sobre caza. Empatizamos con el pánico de la madre wombat mientras daba vueltas en un segundo plano, impotente para proteger a su cría.
Pero esa misma empatía desaparece misteriosamente cuando se trata de las prácticas habituales de la industria láctea.
La realidad oculta de la industria láctea
Cada día, en miles de granjas lecheras de todo el mundo, los terneros recién nacidos son separados de sus madres, no por un minuto, sino de forma permanente. A diferencia del pequeño wombat, que fue devuelto rápidamente, estos terneros nunca volverán a reunirse con sus madres.
Esta separación ocurre dentro de las 24 horas posteriores al nacimiento, a menudo inmediatamente después del parto. ¿Y por qué? Porque la leche que la naturaleza destinó a estos terneros se ha desviado para el consumo humano: para nuestros cafés con leche, quesos y helados.
Las vacas lecheras no son máquinas de producir leche. Son mamíferos con fuertes instintos maternales, como la madre wombat del vídeo viral. Las investigaciones han documentado cómo las vacas madres braman durante días llamando a sus terneros. Algunas se niegan a comer y muestran claros signos de miedo y angustia.
¿La diferencia? Ningún primer ministro condena la práctica. Ningún ministro de inmigración comprueba si alguien ha «incumplido las condiciones», como fue el caso de la influencer estadounidense de paso en Australia.
La indignación por el breve trato de Jones a un pequeño de wombat (que finalmente fue devuelto ileso) contrasta con nuestro silencio colectivo sobre la separación de por vida de millones de vacas madres de sus crías.
¿Cómo se explica esta desconexión? Quizá sea porque hemos clasificado a algunos animales como merecedores de protección y a otros como alimento. Quizá sea porque las prácticas de la industria láctea ocurren a puerta cerrada, mientras que el incidente del wombat se desarrolló en las redes sociales. O quizá sea simplemente que no queremos afrontar la incómoda verdad que se esconde tras nuestras elecciones alimentarias diarias.
Si agarrar a un bebé wombat durante un minuto merece la indignación colectiva, cobertura mediática y la intervención del gobierno, ¿cuál debería ser nuestra respuesta a una industria cuya esencia consiste en separar permanentemente a millones de terneros de sus madres?
No se trata de desestimar las preocupaciones legítimas sobre el acoso a la vida silvestre. Las acciones de Jones fueron indudablemente una estupidez y falta de respeto con la vida silvestre de Australia. Pero nuestra indignación moral no debería ser selectiva, dependiendo de qué especie se perjudique o de qué productos nos guste consumir.
La verdadera compasión por los animales requiere coherencia. Si podemos entender el trauma de una madre wombat y su cría al ser separadas por unos segundos, deberíamos preocuparnos igualmente por las madres vacas que nunca vuelven a ver a sus crías, todo por un producto del que podemos prescindir fácilmente.
Así que la próxima vez que pidas un café con leche, recuerda que la leche de tu taza ha llegado a costa del vínculo entre una madre y su cría, que merece la misma protección y respeto que le daríamos a cualquier wombat.
Imagina que toda la población humana, 8.000 millones de personas, desapareciera en solo 36 horas. Esto no es ciencia ficción. Es el equivalente a lo que hacemos con los animales todos los días.
Un video viral pone de manifiesto esta realidad. Comienza con una imagen impactante: una multitud apiñada que representa a la población humana mundial. A medida que la cámara se aleja, aparecen monumentos emblemáticos como la Torre Eiffel y la Estatua de la Libertad, lo que da una perspectiva gráfica a la magnitud de 8.000 millones de personas en un solo lugar.
La asombrosa dimensión de nuestra violencia
La magnitud sobrepasa la comprensión: cada año, más de 80 mil millones de animales terrestres son sacrificados para el consumo humano: más de 220 millones al día, 9 millones cada hora, 150 000 cada minuto. Eso equivale a más de 2500 animales por segundo.
Y esto no incluye los billones de peces y animales marinos sacrificados anualmente, cuyas muertes quedan ocultas por terminología industrial como «cosecha» y «captura».
La falsedad del “sacrificio humanitario” de todos estos animales fue puesta de relieve en nuestra conversación con un misántropo.
La paradoja ética
Vivimos en un mundo en el que la muerte de un solo ser humano puede dominar los titulares, pero sacrificamos sistemáticamente miles de millones de seres sensibles cada año sin pensarlo dos veces. No son solo números, representan vidas individuales, cada una capaz de experimentar miedo, dolor y sufrimiento. La forma en que se mata a estos animales nos horrorizaría si se hiciera con perros y gatos.
Lo que hemos normalizado en la agricultura animal se consideraría genocidio si se infligiera a cualquier población humana. La distancia entre estas dos realidades revela una profunda inconsistencia moral en la forma en que valoramos la vida.
El poder del citado video viral radica en obligarnos a enfrentarnos a esta disonancia cognitiva. Al traducir el sufrimiento animal en términos humanos, elimina las cómodas abstracciones que utilizamos para justificar la matanza a escala industrial.
La evidencia está disponible para cualquiera que esté dispuesto a buscarla. Documentales como Dominion (dominionmovement.com/watch) revelan la brutal realidad de la cría de animales en granjas. La horrorosa evidencia gráfica captada con cámaras ocultas muestran lo que la industria trata desesperadamente de ocultar.
Un momento de elección
Cada comida es un punto de decisión: una oportunidad para perpetuar esta matanza masiva o elegir la compasión. Lo más impactante no es solo la escala de la matanza, sino nuestra elección colectiva de ignorarla.
Mientras lees estas palabras, el recuento sigue avanzando: otros 2500 animales… y otros.. y otros. La cuestión no es si estas muertes están ocurriendo, sino si seguiremos mirando en otra dirección.
En una época en la que el cambio climático amenaza cada vez más la vida de las personas y los animales, los recientes incendios forestales de Los Ángeles han revelado algo extraordinario: la existencia de una amplia red de voluntarios dispuestos a arriesgarlo todo para proteger a quienes no pueden protegerse a sí mismos. Su historia no se limita al rescate, sino que plantea la redefinición de nuestra relación con todos los seres sintientes en tiempos de crisis.
Una carrera contrarreloj
Cuando las llamas arrasaron los alrededores de Los Ángeles, mientras la mayoría de la gente huía para ponerse a salvo, un increíble grupo de voluntarios avanzaba en dirección contraria. Según información publicada por The Guardian, estos valientes se movilizaron a través de las redes sociales y de llamadas telefónicas, y trabajaron toda la noche para salvar animales, desde caballos y ovejas hasta cerdos e incluso emúes.
Destaca especialmente la historia de Brittany «Cole» Bush, fundadora de Shepherdess Land & Livestock. En medio del caos de las zonas de evacuación y los cortes de electricidad, Bush y su equipo consiguieron evacuar con seguridad granjas enteras, incluidos rebaños de ovejas poco acostumbrados al contacto humano. No se trataba sólo de un rescate físico, sino de comprender las necesidades y los temores de los animales, lo que demuestra lo fundamental que es manejar estas situaciones con urgencia y empatía.
No todos los casos tuvieron un final feliz. The Guardian informa de que, en un desolador incidente, perecieron 32 de un total de 40 caballos por estar encerrados en corrales sin vía de escape. Este desgarrador episodio pone de manifiesto la importancia de una preparación adecuada ante los desastres en lo que respecta al bienestar de los animales. Los esfuerzos de rescate revelan la dedicación de los rescatadores. Como demostró la experiencia de Brady Heiser con Fancypants, un cerdo de 75 kilos, estos voluntarios demostraron una paciencia y una comprensión increíbles incluso en las circunstancias más difíciles. Reconocieron que todos los animales, independientemente de su tamaño o especie, merecían una oportunidad para sobrevivir.
Un paso adelante: prepararse para futuras catástrofes
A medida que el cambio climático aumenta la frecuencia e intensidad de las catástrofes naturales, debemos incluir el bienestar animal en nuestros planes de respuesta ante emergencias. A continuación se muestran algunas consideraciones cruciales para proteger a los animales durante las catástrofes:
Disponer de un plan de evacuación que incluya a todos los animales.
Preparar kits de emergencia específicos para las necesidades de los animales.
Asegúrese de que todos los animales están debidamente identificados.
Mantener una red de contactos y recursos de emergencia.
Practique regularmente los procedimientos de evacuación.
Construir comunidades resistentes
Los incendios de Los Ángeles demostraron la importancia de las redes comunitarias a la hora de salvar vidas. El ejemplo de Brittany Bush, que creó un directorio de recursos e infraestructuras disponibles para la evacuación de animales en Ojai, es un excelente modelo para otras comunidades.
No se trata entonces solo de rescate, sino también de prevención y preparación. Como miembros de la comunidad vegana, tenemos una perspectiva integral sobre el bienestar animal y podemos desempeñar un papel crucial en la defensa de una mejor preparación para emergencias para todos los seres sensibles.
Fuentes:
Fuente primaria: «El ‘convoy de personas increíbles’ que salva animales de los incendios infernales de California», de Gabrielle Canon en The Guardian, 14 de enero de 2025.
Otras recomendaciones de preparación para catástrofes extraídas de:
Directrices de la Asociación Americana de Medicina Veterinaria (AVMA) sobre preparación ante catástrofes.
Directrices de la Humane Society of the United States para la planificación en caso de catástrofe.
Información sobre preparación para mascotas de Ready.gov.
Recuerde: como dijo Brittany Bush en el artículo de The Guardian: “Hay muchas cosas buenas y positivas que se derivan de esto”. Por lo tanto, unamos esfuerzos para asegurarnos de que estamos preparados para proteger todas las vidas en caso de desastre.
De acuerdo con la publicación Vegconomist, un estudio realizado por la empresa de ciencia y nutrición ZOE comparó la composición del microbioma de individuos omnívoros, vegetarianos y veganos para determinar cuál de ellos presentaba un mejor perfil de salud. Los resultados apuntan a que las personas que se alimentan únicamente de productos vegetales tienen una microbiota intestinal más saludable, caracterizada por una mayor presencia de bacterias benéficas y una menor concentración de bacterias asociadas a la inflamación.
Notables diferencias en la flora intestinal
El estudio empleó el llamado Healthful Plant-Based Diet Index, que valora la calidad de las dietas en función de la proporción de alimentos de origen vegetal consumidos. Según este índice, las personas veganas obtuvieron la puntuación más alta, seguidas de las vegetarianas y, por último, de las personas omnívoras. Además, el análisis de muestras de heces evidenció que cada uno de estos grupos presenta «firmas microbianas» distintas, es decir, combinaciones de bacterias específicas que caracterizan a cada tipo de dieta.
Entre las principales diferencias, se encontró que los omnívoros suelen tener un mayor número de bacterias vinculadas con procesos inflamatorios, en particular, aquellas asociadas con la enfermedad inflamatoria intestinal y un mayor riesgo de cáncer de colon. Por el contrario, los veganos presentaron más variedades de bacterias encargadas de fermentar la fibra y producir ácidos grasos de cadena corta, esenciales para nutrir la pared intestinal, equilibrar los niveles de azúcar en sangre y disminuir la inflamación.
Impacto en la salud cardiometabólica
Otro hallazgo significativo fue que las personas omnívoras muestran menor diversidad de bacterias «buenas» y más bacterias «malas» que las personas que siguen una dieta basada en plantas. Sin embargo, se observó un matiz importante: aquellos omnívoros que consumen frecuentemente alimentos vegetales saludables, como frutas y verduras, comparten algunas de las bacterias beneficiosas características de las dietas veganas o vegetarianas.
Los autores del estudio destacan que las dietas basadas en plantas se asocian con un mejor perfil cardiometabólico, incluyendo un menor riesgo de enfermedades del corazón, un envejecimiento más lento y una mayor protección frente al Alzheimer. Según señalan los investigadores, la huella microbiana de un patrón alimentario omnívoro está fuertemente relacionada con resultados de salud menos favorables, mientras que la de un patrón vegano se vincula con mejores marcadores de salud cardiovascular.
Futuro: diversificación de proteínas y reformas en la política alimentaria
Tal como recoge Vegconomist, la necesidad de adoptar dietas más sostenibles y de diversificar las fuentes de proteína ya es un tema en la agenda de organismos y expertos en nutrición. En este sentido, EIT Food ha hecho un llamamiento para impulsar políticas innovadoras que contribuyan a diversificar la producción de alimentos y promover el consumo de proteínas vegetales. La búsqueda de un cambio alimentario no solo podría mejorar la salud humana, sino también contribuir a la protección del medio ambiente y al bienestar animal.
Las evidencias que emergen de este y otros estudios subrayan la relevancia de incrementar el consumo de alimentos de origen vegetal y, en la medida de lo posible, optar por dietas veganas para lograr un mejor equilibrio en la microbiota intestinal y, con ello, promover una salud integral a largo plazo.
Mientras la ciudad duerme, un rifle de postones asoma por una ventana. Su dueño, cómodamente instalado en pantuflas, ejerce su pequeña cuota de poder sobre las criaturas más débiles del jardín.
El “francotirador de pijama” se acomoda en su sillón, rifle de postones en mano. Desde la comodidad de su ventana, espera pacientemente a sus víctimas – conejos silvestres que tienen la desgracia de cruzar su jardín. El arma, de bajo calibre, raramente mata al instante. Los animales heridos se retuercen en agonía hasta que el cazador sale, fríamente, a desnucarlos para terminar con su sufrimiento.
Los cuerpos demacrados de estos conejos apenas ofrecen sustento – son criaturas escuálidas, y nuestro cazador debe roer los huesos para extraer la poca carne que tienen. Pero no es hambre lo que motiva esta cacería – su refrigerador está bien abastecido. Es algo más primitivo: el placer de ejercer poder sobre seres más débiles.
La naturaleza, no obstante, tiene una forma peculiar de enseñarnos sobre la fragilidad de nuestra posición en la cadena alimenticia. ¿Qué sucedería si nuestro “halcón de interior” se encontrara en el extremo receptor de esta misma lógica predatoria? ¿Cómo reaccionaría si un depredador más fuerte lo seleccionara como objetivo?
La lógica del depredador urbano
En nuestras ciudades, los grandes depredadores naturales han sido reemplazados por otro tipo de cazadores: aquellos que acechan en calles oscuras y seleccionan víctimas para despojarlas de sus pertenencias o su vida. La lógica es sorprendentemente similar – identificar un objetivo vulnerable y tomar lo que desean.
Nuestro “héroe del postón”, tan valiente desde su ventana, sería probablemente el primero en clamar por justicia, en llorar su condición de víctima, en exigir protección si se encontrara cara a cara con un depredador más fuerte, como un asaltante armado. La hipocresía de esta postura es evidente: quien encuentra placer en causar sufrimiento innecesario debería, al menos, tener la honestidad intelectual de aceptar la misma lógica cuando se aplica en su contra.
La hipocresía de la victimización selectiva
¿Qué diferencia fundamental existe entre el “francotirador de sofá” que dispara a conejos indefensos y el depredador urbano que lo selecciona como víctima? Ambos actúan bajo la misma lógica predatoria: el más fuerte ejerce su poder sobre el más débil. La única diferencia real es quién ocupa la posición de poder en cada momento.
Más allá de la depredación
La verdadera evolución moral consiste en reconocer que tenemos la capacidad de elegir no participar en este ciclo de violencia innecesaria. Pero si algunos, como nuestro cazador, insisten en perpetuar el sufrimiento simplemente porque pueden hacerlo, supongo tendrían al menos la decencia de aceptar “la lógica del depredador” en todas sus manifestaciones – incluso cuando se encuentran en el extremo receptor de esa misma violencia que tan alegremente infligen a otros.
La próxima vez que nuestro “cazador con pantuflas” apunte su rifle hacia estos conejos indefensos, quizás debería reflexionar sobre su propia vulnerabilidad en un mundo donde la ley del más fuerte aún prevalece en ciertos rincones oscuros de nuestras ciudades.
Un grupo de empresarios financia la liberación de 43 macacos que escaparon de un cruel laboratorio.
Un grupo de empresarios ha decidido financiar el traslado de 43 macacos que escaparon de un laboratorio en Estados Unidos. Este acto de solidaridad no solo representa una segunda oportunidad para estos animales, sino también una llamada a reflexionar sobre el uso de seres sintientes en la ciencia.
Recientemente, estos macacos lograron escapar, desatando una ola de esperanza para quienes luchan por los derechos de animales explotados en laboratorios. Esta fuga simboliza la búsqueda de libertad de seres inocentes sometidos a prácticas que vulneran su integridad física y emocional. El apoyo financiero para llevarlos a un santuario es un paso vital hacia un entorno que respete sus necesidades y les ofrezca dignidad y paz.
El sufrimiento invisible de los animales en laboratorios
En nombre de la ciencia, los macacos y otros animales son sometidos a procedimientos dolorosos, a menudo sin resultados aplicables a humanos. Métodos alternativos, como modelos computacionales y cultivos de células, no solo son más seguros y éticos, sino también científicamente superiores.
La vida en laboratorio, marcada por aislamiento y privación, genera una profunda angustia psicológica en estos seres. Desde la perspectiva de los derechos animales, la experimentación en animales es innecesaria y cruel, un sufrimiento que nuestra sociedad no debería tolerar.
Un nuevo hogar para los macacos
El traslado de estos macacos a un santuario representa una esperanza y muestra de compasión humana. En un santuario, tendrán espacio para moverse y socializar, lejos del miedo y el dolor de la vida en laboratorio. Los santuarios no son zoológicos ni lugares de exhibición, sino refugios gestionados por personas dedicadas a ofrecerles una vida digna y segura.
Reflexión y cambio en la experimentación animal
Este caso nos recuerda la necesidad urgente de alternativas éticas a la experimentación animal. La biotecnología y los avances en inteligencia artificial ofrecen soluciones libres de crueldad, adoptadas ya por instituciones y empresas progresistas. Estos métodos no solo ahorran vidas, sino que también proporcionan datos más precisos para el tratamiento de enfermedades humanas.
Un llamado a la acción
La historia de estos macacos es una inspiración para seguir luchando por un mundo sin crueldad animal. Cada vida cuenta, y cada esfuerzo por reducir el sufrimiento es un paso hacia una sociedad más ética. Como defensores de los derechos animales, debemos alzar la voz por quienes no pueden hacerlo y presionar para cambiar leyes y prácticas científicas.
La huida de estos macacos y el esfuerzo por darles un nuevo hogar invitan a reflexionar sobre el futuro que deseamos construir. Apostar por la empatía y el respeto no solo es una victoria para los animales, sino también un avance en nuestra evolución humana. Hoy, más que nunca, debemos comprometernos a crear un mundo donde la ciencia y la compasión puedan coexistir y donde el sufrimiento animal sea cosa del pasado.